Luego de mi pequeña odisea para crear el blog, luego de la victoria al escribir mi primer artículo, y con cierto recelo a dejar enfriar el proyecto, decidí escribir al menos tres veces a la semana.
Es sabido que lo importante es «mover la energía». Tomar acción consciente. Este blog no llegó siquiera al 1% de lo que en mi mente es (y será), y eso me limita un poco a la hora de activarlo. Pero, si quiero avanzar, tengo que caminar. Eventualmente pensaré en correr y volar. Por ahora, primero lo primero.
Hoy tengo la posibilidad de enfocarme en todo lo que me falta para que mi blog sea exitoso, o en lo que ya tengo para empezar. Orgullosamente puedo afirmar que esta entrada es la prueba de que elegí el segundo camino.
Para algunos, escribir tres veces a la semana puede parecer poco. Alguien opinará que debo dedicarle más tiempo y energía. Pero, con ese criterio, puedo pensar que muchos ni siquiera habrían empezado el proyecto.
Considero que debo escucharme a mí mismo, y es lo que estoy haciendo. Por lo pronto, este compromiso es el camino a tomar.
Como siempre, a la hora de tomar una decisión de esta magnitud se presentan varias preguntas. ¿De qué voy a escribir? ¿De dónde voy a sacar la inspiración? ¿Tendré el tiempo para hacerlo?
En este caso, mi respuesta será muy… Personal. La realidad es que sólo voy a confiar en mí. Tengo la certeza de que estoy haciendo lo que tengo que hacer, y la respuesta a esas preguntas llegará, si es que tiene que llegar, a su debido momento.
¿Tengo el contenido necesario?
A veces, cuando analizo mi vida, mis experiencias y vivencias, las decisiones que tomé y las victorias y derrotas que tuve, considero que tengo mucho para enseñar. Aunque esa palabra no me termina de convencer, ya que aún no me siento del todo un maestro. Creo que lo óptimo sería reemplazarla por «transmitir», al menos por ahora.
Como todo ser humano, en ocasiones debo enfrentarme a algún pensamiento intrusivo. ¿Quién soy yo para transmitir, y mucho menos enseñar, algo a alguien? ¿Cómo puedo pensar en impactar a los demás, cuando ni siquiera tengo mi propia vida resuelta?
A estos pensamientos les doy el mismo trato que a los que me limitan para activar el blog: todavía no soy ni el 10% de lo que quiero ser, pero algo avancé. Algo sé, algo aprendí. Seguramente hay gente a la que le sirva conocer mi experiencia, ya sea mucha o poca.
Pero la intención es todo…
De esas experiencias que nombré anteriormente, puedo decir que uno de los aprendizajes más importantes que tuve fue el poder de la intención.
La verdadera intención con la que se inicia una acción define sus posibles resultados. Digo «verdadera» intención, ya que es la real. Puede o no coincidir con la intención intelectual, esa que conscientemente creemos que es la verdadera; pero a veces no lo es.
Hoy estoy totalmente seguro que mi intención es, de nuevo, transmitir. Ahora, por ejemplo, quiero transmitir la importancia de la intención. Y creo que lo estoy logrando usando esta misma entrada como ejemplo.
Mi intención es mucho más fuerte que las creencias limitantes, que los bajones emocionales, y que cualquier forma de «traba» que se me pueda presentar. Sé que tengo algo para aportar, y quiero hacerlo. Hoy no importa como salga, sino que lo haga.
Una buena intención no asegura realizar una buena acción, y eso lo sé de muy primera mano. Más de una vez, motivado por una intención positiva, hice cosas «malas». Quise hacer el bien, pero me salió mal. O eso pensé.
Al final, considero que aquella «maldad» que puedo llegar a haber hecho, trajo cosas positivas. Al menos esa es la forma de pensar que elijo. Cualquier accionar malo que haya tenido, me trajo consecuencias. Y esas consecuencias, trajeron una enseñanza.
Con esto quiero decir que a veces no importa tanto QUÉ hacemos, sino más bien POR QUÉ lo hacemos. Cuál es nuestra intención a la hora de hacerlo…